En su trinchera se desvestían sus palabras, Ana y la frase
de un complemento, la etapa de un recuerdo, que tapa, atrapa y enceguece su
órbita, reflejando el delirio de sus fases, transformaciones, connotaciones.
Esa es Ana, un cuento crudo de viceversas, una reñida figura inexistente que
revive del olvido, que vive su encuentro bajo el manto de su silencio, una
extensión excéntrica; Esa es Ana, el sinónimo de su tra(d)ición que desmerita
su empatía, su ser de ‘poca cosa’, su falacia de antología.
Habrá una segunda parte que describa su incertidumbre, que refleje sus
costumbres, las mismas que nacen de sus entredichos, su infusión unipersonal,
su infracción complementaria, su noción descarada que la denomina como eterna
aprendiz. Ana regenera su memoria, rememora sus palabras, sus consignas que mueren
en su exclamación, su ayuda, su auxilio; Se había engendrado ya desfigurada, descendiente
de la malta, heredera universal, señora del abismo, esposa inventiva, mujer selectiva.
Se resumía Ana mientras se insumía deplorada en placer, proclamando eternos sus
sueños incompletos, sus majestuosas obras que subsistían madrugadas, sus
borradores perfeccionistas que manejaban sus guiones, describiendo sus efímeros
misterios en un ‘para siempre’ interrogable.
Ana respiraba y conspiraba su esencia
embriagadora en un sinfín de incordia, embaucando en su sonrisa la savia de su
desquicio, el éxtasis de su rebeldía, la usurpación de su bien; Así fue Ana,
una omisión imprudente, un destello incoherente que ensanchaba su adversidad, su
proeza estipulada, todo eso que no se puede callar; Ana desprecia(d)ba por/su
entorno, redimía su ficción, agotada en adjetivos, en la incomprensión de sus
acciones, en el museo de su inconsciencia que consentía sus aberraciones y no
la dejaba expresar, oligofrenia, maquillaba sus lacrimas lagrimosas, tan
absurdas/redundantes.
Y terminó siendo Ana una mirada insenescente de niña perdida que retorcía sus
miedos en unción de vida y pavor a muerte, tan descriptiva e insuficiente,
siendo el pretérito de sus ensueños, los sueños impresos de una depresión,
visión conjugada en un canibalismo neurótico que enmendaba en sus gritos
afónicos el reflejo de su infancia, aquellas ‘cosas’ que encaminaban su futuro que
–ya- dejaría de ser.
Entonces fue Ana la síntesis de un cuento a medias, el resumen de lo indecente,
un pensamiento transparente, un interrogante incompleto, un silencio de
aberración.
PD: Y continúo haciendo parte de sus sueños, siempre en entredichos, siempre
omisible, invocando su presencia, ignorando su ausencia postergada, Ana,
reliquia de mis fantasías, decencia prohibida, esencia cohibida, miedo y fruto
de una verdad vertiginosa, censura conmensurada, imagen desarreglada, veracidad
ofuscada; una antítesis perpetua.
Creo que es una descripción perfecta de alguna otra Ana, que no conoces..! Lindo escrito, seguí haciéndolo..
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