26.8.12

Asidua resonancia.



Añeja perseverancia que ajena este calvario, sin todo el flujo que resguarda, y nos intimida, nos estima ya deplorados, nos alimenta enjaulados para vivir fugaces cuentos de fogatas, tan banales y desestructurados, tan existenciales y sin identidad. Así hemos de seguir, así nos han de perseguir saboreando espaldas inocentes, despertando gritos indecentes, silabeando Palabras Únicas; Tergiversables, Anatómicas. Asiduamente desteñido,  estropeado, fruncido, necio, recio, melindroso. Un desmán sin cordura, nefasto, despreciado, asqueroso.

Trece días, veintiséis noches, setenta y ‘siete’ veces siete multiplicados por tu nombre para una cruz en tus raíces, una luz en tu destello más tu voz y tu imposible. Tres eternidades entre un sonido y tus caprichos, un cuadrado y un candado, una lengua y un orgasmo. Desprendido en cumplimientos, desmedido y satisfecho siendo todo eso que digo y lo que olvido recordar, lo que no quiero escuchar, la ignorancia que prefiero cosechar. ¿A qué voy sin tu sabor a caramelo, si tú fría des-coherencia? ¿Por qué me expreso si no tengo oídos? Y me siento dividido, cohibido, despreciativo.

Nada de lo que no haga parte, nada de lo que no pueda ver, nada de lo que no pueda pronunciar, continuar; nos describo en interrogantes, nos escribo en este calvario, tan existencial, asqueroso, resguardado, estropeado, desestructurado.

16.8.12

Una cabeza y un taladro.


Un cuadro destartalado, un cuarto desocupado y un lleno inhabitable, un vacío inevitable y una paz exterminante; así, te sigo disfrutando, refutando en mi cabeza, sobrellevando en mi discordia siendo la escoria de esta historia sin memoria, la ceguera de este olvido sin presente, de este súbito improcedente, inconveniente, exabrupto.

Siempre irregular y sin cabida, un tanto incoherente, porque no sube y está arriba, no llora pero siente y nos depara en un ‘siempre’ insensato, nos ampara en despertares y vive eternidades desveladas; para pensar en todo eso que escucho cuando digo tu nombre, cuando te arraigo en mis calumnias para no saber de vos.

Porque fuimos una unión y una expansión, una distorsión y un limpio, perenne reminiscencia, bien  incombustibles, inflamables, obsoletos, inadaptables. Y entre cualquier negación o una idea/deseo nunca terminamos de ocultarnos o morir en nuestros jamases, deslizándonos en roces entre voces y frases desiguales, o parecidas al extremo, siendo un miedo y un poder, la debilidad de un futuro, la incredibilidad resguardada, una luz ya apagada, una canción que no se expresa, una prosa espesa que pesa y explota en nuestras bocas.

Porque cuando te fuiste dejaste todo de vos, no tuve cómo extrañarte, y hoy estás conmigo, seguís. Y tu sonrisa en un retrato retracta el motivo de mi inseguridad extendiendo mis metas, contemplando al sol en cielo abierto, para tocarnos desligados, atraparnos desmantelados y sucumbirnos entre vacíos interminables, jugando al todo y al nada en carreteras ya sin lluvia, siendo un declive ideal, una ambición inmejorable, un deseo inconmensurable.

12.8.12

Días que dejan de ser.


La comprensión sin resultado nos desanima esta vez, donde lo que vimos no es y lo que vivimos parece, tan idéntico en su forma, en aspectos, en similitudes esporádicas.

Son días en los cuales saboreamos lo imposible sin que nos dejen ver que sobra del mismo, el mismo modo en el cual nos expresamos queriendo transmitir esa ira -y no tanto una ira, sería más bien un sentimiento de disgusto- que nos han de brindar en copas de cristal el veneno que digerimos a diario, los que escupimos el resultado, lo que nos complace de manera vulgar, la intolerancia misma.

Podríamos comprender que ser esclavos del mundo nos delimita en reglas que jamás fueron escritas, en cuentos sin ojos, sin oídos; nos dejaran ser libres a través de engaños que giran en torno al consentimiento, sin emplazamiento propio, haciendo parte de un punto.

La austeridad en régimen, en extinción que aplaca la benevolencia en versos que desnudan, los que escarban la memoria sin pasado, los días de ascetismo; los que no dejan ser, lo que nos deja ser.

5.8.12

Si es que fue un deseo.



Si es que fue un deseo o una exhibición que cabalgaba en mi tumba, bien desecho, incorrecto, había sido una razón; pero en transes que sobrevienen, entre fases exiguas por las que decae mi tentación.

Entonces te respiro porque me siento impuro, entablando a lo lejos conversaciones a solas, por horas, por años, desestimando mi claridad, ignorando su desuello, el vestigio de la sonrisa a cara sucia, desestañando historias infinitas.

No me puedo exponer, no puedo contener mis principios desahogándome en frases; como un vaivén sin remedio, entonces el ¿Qué hago? Se desdice porque no funciona mi cuerpo a la par de mi cabeza cuando mis miedos comparten mi realidad, y mi persona no se acopla, mis sentidos se distribuyen en resultado al ‘temor a la vida’, subsidiando a mis complementos metafísicos.

Si es que fueras -nada más que- un deseo, bien podría ocultarte, desmarcarte, descartarte, desenmascararte, sin ya entender; porque lo estúpido es dicho, la objeción así demora y mi calma me otorga otra noche de sueño. Porque si fueras un deseo, no estaría en tus redes, en los transes impuros, en la tentación del infinito, cabalgando sucio, desentrañado, inmundo, descontrolado.