30.9.12

La melena despeinada.


Como fluye la virtud que desenvenena al opaco instante,
la muerte titubeante destruye al entorno conmocional, detallado, tallado, cohibido.

Riendas flojas, desenvainadas entre alambres de cera, indigentes conciertos destructivos de anhelos pasados; como fluye el entorno del fiel andante, del peregrino a raíces cortas, mareante nostalgia constitucional.

Hubieran cerrado sus ojos, hubieran dormido durante el día  para así conocer la noche, para conocernos mejor, mejor que siempre, no como siempre.

Hubieras tenido más paciencia y no insumido esa vista gorda que nos enreda en un ‘para qué’ que nos delibera.

Como fluye la melena descontrolada, la consistencia del ‘no’ con la insistencia del ‘si’, sin ordenes que opriman, sin papeles que los describan. Así sin vientre de madre sin  testículos de padre esas viejas contribuciones retardadas  entorpecen dignidades, carecen de voluntad.

22.9.12

Un camino incesante por un miedo a no nacer.



Y volver a sentir la ilusión en una opresión de un pueblo esclavo, marginado que se alimenta de fe, siendo devoto de sus cumplimientos entre promesas de costumbres más un futuro que nunca aparece. Todo esto me avala al ser testigo de lo insensato, viviendo el compromiso de esta causa sin lucha, este silencio que repasa una historia que siempre obedeció a estas reglas de imperio, derroches de dictadura, sobras de una pseudo-democracia en la que gritan cien para que callen veinte mil. ¿Dónde estamos? ¿Para donde vamos? –nos preguntaba una lluvia inculpable con su viento ladrón que se llevó nuestras pocas pruebas de –más- una injusticia.

Desafiaran al clima (nos decían) tempestades y mareas fulminantes, rayos y luces de cielo y, cuando dimos frente nuestros héroes fueron los que huyeron. Todavía me pregunto ¿Por qué? ¿Dónde duermen nuestros ideales? Los mismos que ‘ellos’ nos habían enseñado (‘’aquí estoy, sacudiéndote como un huracán ’’) con un sonido de nubes, que devasta, aniquila, destruye, se muestra y revuelca ‘todo’, para ser del cielo y vivir en la tierra, marcar ‘presencia’ (algo que nunca fue).

Y pensar que el ‘tiempo’ vociferaba y espantaba a un escorpión asesino que deambulaba cerca, viendo que la verdadera sorpresa sería nuestras caras, nuestra expresión de nada, nuestras miradas atónitas y una impresión mojada que perdía su valor descomponiéndose de a poco.

Y todavía siento el sabor de ese recuerdo frío, como del niño sin el helado, pero ya ‘resfriado’, entre llantos sin padres, asedios cobardes, -ya- sin culpables, -ya- sin nadie. Solo nos queda el reproche, esa sed de ser ‘alguien’ de tener un lugar en el globo terrestre, de también hablar y que nos escuchen o que nos mimen pos golpe, que nos reúnan en las plazas pero –ya- sin guillotinas.

Y vuelvo a sentir este aire del camino y mi casa, de vivir algo que no fue respirando indignación, viendo sentencias de jueces, soluciones de cabezas y otro nada como resultado. Supongo que todos son inocentes, que ya tenían la pócima, la juventud eterna en sus manos y el veredicto de este apogeo entre sus dedos, el sueño y el despertar de estos pasos viejos más la esperanza incesante y un miedo a no –volver a- nacer.

9.9.12

Ella.


No habrá un silencio que describa o un lápiz que escriba y cuente de su voz, nuestra historia y esas dudas con las que acostumbre a lidiar.

Te llamé obscuridad y viví de tus secretos me hice de tus misterios y soñé eternidades, intensidades que este mar melancólico, tan profundo y discernido, ficticio y autoritario no puede explicar. No eras vos ni tu cuerpo, sino tu cabeza la que me hablaba, la que me envolvía y dejaba, tirado, expuesto, distraído y sin conocimientos. Completamente ajeno a mí mismo, a todo lo que había creído superar, y ahora me toca esperar a que esta lluvia me indague y escuche mis mentiras cuando niego conocerte.

No es que haya vivido otra historia o negado mi felicidad, es un miedo a tanta verdad descomunal y una mezcla de vergüenza/cobardía a la que espero algún día perdonar.

Y es que ella se compartía y desmedía limites, era como la regla de una excepción, una canción sin pentagrama, un improviso olvidado, una memoria sin camino, un querer desdeñado. Un pseudo-tiempo perdido y un andar en compas la resaltaba, siempre bailando, siempre indagando y frustrando cualquier cordura que se asomaba.

Porque pensar en el trastorno que había sufrido o en la vida a la que había temido, no era justo. Nada más era lo poco que podía imaginar, insertarme dudas y creer en mi hostilidad, saber que fui sus manos, sus muñecas y todo eso con lo que ella podía jugar.

Te llamé luz y me encendiste en tu hoguera.

2.9.12

Tu estancia animal.


Por un cuerpo y una distancia, por un tiempo y una razón, siempre siendo una expresión, todo eso que canso de decir.

Te había visto inquieta, despistada, desteñida por la luna, desdiciendo tu silencio y nuestra suma calma; tan sana y descompuesta, recopilada, un tanto absurda que nunca (re)conocí. Me habías visto sin juicio, proclamando mi esclavitud hacia tu cuerpo desecho buscando en tu ataúd un recuerdo insatisfecho o nuestra marca intocable, tu querer discontinuo, mi recesión imponderable, contemples imborrables. Para un noble vocablo que naufraga en nuestros cuerpos, en nuestra ambición prohibida, callada y tímida, intercalada.

Te quiero incomprensible e histérica y que grites tus dudas y tus porque, destapada entre mis brazos te busco entre mis manos y tu olor me persigue sin dejar rastros de mí. Para este lazo indecible para un abrazo impronunciable, un suspiro indeleble y tu sabor inconmutable; tanta lucha incansable, tanto miedo retorcido, tanto andar escondido de tanto pensar sin sentido; tanta dirección aferrada entre tu cuerpo y tu distancia, tu estancia animal, tu fiel vagancia, tu infidelidad.

Es que tu sombra reencarnaba en todo eso que fue, en lo que vi y desconocí.