22.9.12

Un camino incesante por un miedo a no nacer.



Y volver a sentir la ilusión en una opresión de un pueblo esclavo, marginado que se alimenta de fe, siendo devoto de sus cumplimientos entre promesas de costumbres más un futuro que nunca aparece. Todo esto me avala al ser testigo de lo insensato, viviendo el compromiso de esta causa sin lucha, este silencio que repasa una historia que siempre obedeció a estas reglas de imperio, derroches de dictadura, sobras de una pseudo-democracia en la que gritan cien para que callen veinte mil. ¿Dónde estamos? ¿Para donde vamos? –nos preguntaba una lluvia inculpable con su viento ladrón que se llevó nuestras pocas pruebas de –más- una injusticia.

Desafiaran al clima (nos decían) tempestades y mareas fulminantes, rayos y luces de cielo y, cuando dimos frente nuestros héroes fueron los que huyeron. Todavía me pregunto ¿Por qué? ¿Dónde duermen nuestros ideales? Los mismos que ‘ellos’ nos habían enseñado (‘’aquí estoy, sacudiéndote como un huracán ’’) con un sonido de nubes, que devasta, aniquila, destruye, se muestra y revuelca ‘todo’, para ser del cielo y vivir en la tierra, marcar ‘presencia’ (algo que nunca fue).

Y pensar que el ‘tiempo’ vociferaba y espantaba a un escorpión asesino que deambulaba cerca, viendo que la verdadera sorpresa sería nuestras caras, nuestra expresión de nada, nuestras miradas atónitas y una impresión mojada que perdía su valor descomponiéndose de a poco.

Y todavía siento el sabor de ese recuerdo frío, como del niño sin el helado, pero ya ‘resfriado’, entre llantos sin padres, asedios cobardes, -ya- sin culpables, -ya- sin nadie. Solo nos queda el reproche, esa sed de ser ‘alguien’ de tener un lugar en el globo terrestre, de también hablar y que nos escuchen o que nos mimen pos golpe, que nos reúnan en las plazas pero –ya- sin guillotinas.

Y vuelvo a sentir este aire del camino y mi casa, de vivir algo que no fue respirando indignación, viendo sentencias de jueces, soluciones de cabezas y otro nada como resultado. Supongo que todos son inocentes, que ya tenían la pócima, la juventud eterna en sus manos y el veredicto de este apogeo entre sus dedos, el sueño y el despertar de estos pasos viejos más la esperanza incesante y un miedo a no –volver a- nacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario