Añeja
perseverancia que ajena este calvario, sin todo el flujo que resguarda, y nos
intimida, nos estima ya deplorados, nos alimenta enjaulados para vivir fugaces
cuentos de fogatas, tan banales y desestructurados, tan existenciales y sin
identidad. Así hemos de seguir, así nos han de perseguir saboreando espaldas
inocentes, despertando gritos indecentes, silabeando Palabras Únicas;
Tergiversables, Anatómicas. Asiduamente desteñido, estropeado, fruncido, necio, recio,
melindroso. Un desmán sin cordura, nefasto, despreciado, asqueroso.
Trece días,
veintiséis noches, setenta y ‘siete’ veces siete multiplicados por tu nombre
para una cruz en tus raíces, una luz en tu destello más tu voz y tu imposible.
Tres eternidades entre un sonido y tus caprichos, un cuadrado y un candado, una
lengua y un orgasmo. Desprendido en cumplimientos, desmedido y satisfecho
siendo todo eso que digo y lo que olvido recordar, lo que no quiero escuchar,
la ignorancia que prefiero cosechar. ¿A qué voy sin tu sabor a caramelo, si tú
fría des-coherencia? ¿Por qué me expreso si no tengo oídos? Y me siento
dividido, cohibido, despreciativo.
Nada de lo que
no haga parte, nada de lo que no pueda ver, nada de lo que no pueda pronunciar,
continuar; nos describo en interrogantes, nos escribo en este calvario, tan
existencial, asqueroso, resguardado, estropeado, desestructurado.
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