25.7.12

Al leer con tu voz.


No logro resituarme, ostentarme, porque me venero y me enciendo, me incinero y me comprendo, siendo vos, la excusa de una ausencia, la nostalgia de tu presencia, el pecado de tu apariencia, la sanidad de tu esencia; soy el universo de mi muerte, el enigma de esta mañana, la sorpresa del día, la razón de la noche y otra vez el tiempo de tus sueños; nada más por un instante, porque decaigo en lo mismo, me subrayo con demasía, siempre atorado, siempre exaltado, siempre que sea siempre, yo, siendo mucho pero no íntegro.

¿Con quién habías ido cuando dejaste todo, cuando enriquecieron mis manos, cuando te notaba y no sabía si eras así? ¿Hace cuanto tiempo vives en mí? Dando facturas a mis ansias, entendiendo mi ambición, manipulando a tu antojo, una copia fiel de mi noción.

Me retribuía y me esclarecía con sólo escucharte, así  me guiabas, me llenabas, me empujabas y me tirabas; así caía, pero igual te seguía, sabiendo lo mucho que eras, lo que yo no valía. Así crecía con mis garras, con las pocas que restaban, las que se desgastaban y me descubría enfermo, aferrado, demacrado, exhaustivo, inmolado.

No podemos comparar nada, porque esos límites no existen y nuestro miedo es la fuerza que nos educa, desparramando nuestros deseos al descubierto, explotándonos al estimarnos, al confirmarnos como unidad; porque no logro resituarme o manipular tu antojo, descubriéndome enfermo, atorado, demacrado, inmoderado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario