7.10.12

Siempre que me redacto.



Te escucho entre mis voces, te atraigo en silencio, sin ser fiel a mi autoría, siempre que me enredo, me congelo; Porque soy el silencio que desentrañan las palabras de despedida.

Te adquiero y vuelvo a exponerme (como siempre) cuando me expreso y no digo lo que siento, cuando me siento y pienso que no le temo a la muerte, más bien es el miedo a estar vivo, de seguir, porque me excluyo continuamente, constantemente.

He de seguir siendo mi ilusión, la aclaración de mi egoísmo, el reproche de mi oportunismo, mi alusión personal; cuando fluyo sin ningún tipo de evolución, cuando me escabullo sin alguna aclaración, así te exclamo, te interrogo, te deletreo y nunca me nombro; siendo el sonido de mi infierno, la representación de mis argumentos y otras notas que vagan al divagar.

Mi megalomanía, mi soledad en efecto, mi egocentrismo expreso, mi dualismo conjugado, mi deísmo ignorado en las vanguardias que me notifican; ismos y rebeldías que propugnan mis anhelos; parodias que escasean, los indultos se pasean y mi ignorancia finge comprensión, cuando te escucho entre mis voces, siendo fiel a mi autonomía, desentrañando egoísmos, expresando mi enredo, cuadrado, dilatado, desaseado, desatinado.

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